martes, 23 de noviembre de 2010

Tándem





La vida es como andar en bicicleta, … te caes, sólo si dejas de pedalear.


Al principio veía a Dios como el que me observaba, como un juez que llevaba cuenta de lo que hacía mal, como para ver si merecía el cielo o el infierno cuando muriera. Era como un presidente, reconocía su foto cuando la veía, pero realmente no lo conocía.
Pero luego reconocí a mi Poder Superior; parecía como si la vida fuera un viaje en bicicleta, pero era una bici de dos plazas (tándem), y noté que Dios viajaba atrás y me ayudaba a pedalear.

No sé cuando sucedió, no me di cuenta cuándo fue, que Él sugirió que cambiáramos de lugares. Lo que sí sé es que mi vida no ha sido la misma desde entonces.
Mi vida con Dios es muy emocionante. Cuando yo tenía el control, yo sabía a dónde iba. Era un tanto aburrido, pero predecible. Era la distancia más corta entre dos puntos. Pero cuando Él tomó el liderazgo, Él conocía otros caminos, caminos diferentes, hermosos, por las montañas, a través de lugares con paisajes, velocidades increíbles. Lo único que podía hacer era sostenerme; aunque pareciera una locura, Él sólo me decía: "¡Pedalea!"

Me preocupaba y ansiosamente le preguntaba, "¿A dónde me llevas?" Él sólo sonreía y no me contestaba, así que comencé a confiar en Él.
Me olvidé de mi aburrida vida y comencé una aventura, y cuando yo decía "estoy asustado", Él se inclinaba un poco para atrás y tocaba mi mano.

Él me llevó a conocer gente con dones, dones de sanidad y aceptación, de gozo. Ellos me dieron esos dones para llevarlos en mi viaje; nuestro viaje, de Dios y mío.
Y allá íbamos otra vez. Él me dijo: "Comparte estos dones, dalos a la gente, son sobrepeso, mucho peso extra". Y así lo hice... a la gente que conocimos, encontré que en el dar yo recibía y mi carga era ligera.

No confié mucho en Él al principio, en darle el control de mi vida. Pensé que la echaría a perder, pero Él conocía cosas que yo no sabía acerca de andar en bici... secretos.
Él sabía como girar para dar vueltas cerradas, saltar para librarnos de obstáculos llenos de piedras, inclusive volar para evitar horribles caminos.

Y ahora estoy aprendiendo a callar y pedalear por los más extraños lugares. Estoy aprendiendo a disfrutar de la vista y de la suave brisa en mi cara y sobre todo de la increíble y deliciosa compañía de mi Dios.
Y cuando estoy seguro que ya no puedo más, Él sólo sonríe y me dice: "¡Pedalea!"

Autor desconocido


Aun cuando probablemente ella no llegue a leer esta página, quiero dejar constancia de mi gratitud a Lupe, de Lima - Perú,  por haber venido a compartir esta metáfora y otras cosas bellas, con personas como yo

2 comentarios:

Edelia's Club dijo...

Muy bonita reflexión.¿A quién se la debemos? Dices que es anónimo el texto, pues gracias a él aunque no sepamos quién es. Me identifico con lo que dice:"Al principio veía a Dios como el que me observaba.....reconocía su foto, pero no lo conocía".
Que consolador es si con los años y una insistente búsqueda, llegas a poder decir: ¡Qué bien cuando me siento acompañada de mi Dios, y cuánto disfruto de su compañía!
Un abrazo en la distancia.

Con Claridad dijo...

Cuando escuché la lectura de esta metáfora, no podía parar de llorar. Especialmente porque fue como ese gesto y ese sonido que hace la pieza que completa un "rompecabezas".
También porque me trajo la idea de un Dios que puede llenar la vida de sorprendente alegría, en medio de la contingencia diaria.

Gracias por tu visita Edelia. Eres muy linda.

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