martes, 2 de octubre de 2012

Un Violín


Robert Semans
The fiddler
sitio


El violín de Yanko
Marcos Rafael Blanco Belmonte

Madre la selva canta,
y canta el bosque y canta la llanura,
y el roble que a las nubes se levanta,
y la flor que se dobla en la espesura,
y canta y juega el viento en el camino,
y en el rubio trigal las amapolas,
y en el cauce el arrollo cristalino,
y los troncos, los tallos, las corolas,
la tierra, el cielo azul, la mar gigante
y las hierbas que bordan el barranco.
Madre, es una canción dulce y vibrante,
que a Yanko llega y que comprende Yanko.

Era Yanko un chicuelo,
más rubio y sonrosado que la aurora,
con los ojos tan puros como el cielo
y el alma cual de artista soñadora.
La música del campo lo atraía...,
adivinaba un himno en los rumores,
que el viento recogía
al besar los arbustos y las flores,
y en el gorjeo matinal del ave,
y en el silencio de la noche grave
y en cáliz gentil de la violeta,
hallaba una canción tierna y sin nombre,
la canción sacrosanta del poeta
que apenas puede comprender el hombre.

Cuando Yanko llevaba a los corderos
a apriscar en el heno de los prados,
escuchaba cantar a los romeros,
a los lirios morados,
a los lotos azules,
al ciprés y a los viejos abedules,
al jazmín entre las frondas escondido,
al pervinca oculto en los abrojos;
a las flores de plumas en los nidos,
y al beso amante de los labios rojos.

Siempre que del mesón en la cocina
brotaban los armónicos raudales
de un violín cuya nota cristalina
es dulce cual la miel de los panales,
él escuchaba con sublime encanto
esa canción de arrullador cariño,
y con los ojos húmedos de llanto,
"quién tuviera un violín ", pensaba el niño.

La voluntad emperatriz altiva,
prestó a Yanko inventiva
para hacer un violín débil, crujiente,
cual hecho de un caballo con las crines
y con ramas de verdes limoneros;
violín tan semejante a los violines
como un trozo de vidrio a los luceros…
Mas, ¡ay!, en tal violín fue el llanto queja,
y fue la queja destemplado grito:
¡Cual ruiseñor no gime la corneja
ni anida la endecha seductora
en un violín que llora cuando canta,
en un violín que chilla cuando llora!

Una noche estival toda fulgores,
al entreabrir sus párpados el cielo,
y al entornar sus cálices las flores,
arriesgóse el chicuelo
a entrar en la cocina,
y a impulsos de sus ansias ideales
tomó el rico violín de voz perlina
y le arrancó torrentes musicales.
Los peones: "al ladrón", despavoridos
gritaron, despertándose del sueño
y sordos a los ruegos y gemidos,
feroces maltrataron al pequeño.

Agonizaba Yanko. En su agonía,
febril y estertoroso, repetía:
"Madre la selva canta,
y canta el bosque y canta la llanura,
y el roble que a las nubes se levanta,
y la flor que se dobla en la espesura,
y las alondras al emprender el vuelo,
y las hierbas que bordan el barranco".
Y al expirar el niño, en noble anhelo,
Dijo: "¿Verdad, mamita, que en el cielo
Dios le dará un violín al pobre Yanko?




Mary Townsend Mason
1874 - 1961


Scott E. Bartner
sitio



Mark Keller
sitio


Ernest de Nagy
1881 - 1952

Ernest de Nagy
1881 - 1952


Thomas Reis
sitio


El violín de Yanko
Marcos Rafael Blanco Belmonte
poeta español
1871 - 1936

Encontré este poema en un cuaderno que perteneció a mi madre.
Es muy significativo y emocionante compartirlo hoy aquí.
Alguna vez se lo escuché en nuestro pequeño círculo familiar, en su mayoría muy niños. Ella producía una especie de encantamiento con su dulce voz y nos guiaba por los senderos misteriosos del amor y los milagros.
Tengo entendido que además existe una novela y una película con esta historia.


7 comentarios:

Rosa dijo...

¡Ay por favor, Clarissa, qué preciosidad! ¡cuánta ternura! no me extraña que lo guardes, es maravilloso, entrañable.
He recorrido las entradas anteriores y me voy llena de poesía y belleza.

¡¡¡Muchas gracias!!!, miles de besos.

Clarissa Rodriguez dijo...

Muchas gracias Rosita por tu visita y tus amables palabras.

Este poema es también revitalizar el lazo de amor fraterno con mis hermanas, (especialmente con Rosita, mi hermana, porque ella lo sabe de memoria)

Un abrazo muy grande, querida amiga

Eva Ferrer dijo...

Que emoción tan intensa abrir los cuadernos de nuestros padres y recuperar con su lectura los sentimientos que les invadían.
Sin duda tu madre desprendería mucha dulzura, y que bién la supo transmitir.
Así como se enseña a leer y escribir, se enseña también a vivir.
Un abrazo, querida amiga.

Clarissa Rodriguez dijo...

Eva, qué hermoso tu comentario.
Me parece que tienes mucha razón: así como se enseña a leer y escribir, se enseña también a vivir, con los gestos, con actitudes y abriendo el corazón para acoger.

Un gran abrazo, querida Eva

Rosa dijo...

He venido para copiar el poema y guardarlo para que mis hijas lo lean. Me alegro mucho de lo que dices sobre tu hermana ¡qué coincidencia en el nombre!, sin duda la dulzura de tu madre se refleja en todas y cada una de las entradas de tu exquisito blog.

Muchos besos, voy a guardar el poema con mucho cariño.

Clarissa Rodriguez dijo...

Gracias Rosita
Es un gran elogio que lo quieras guardar y compartir.
La dulzura de nuestra madre y su firmeza son algo muy especial, un tesoro.
Ella "era" el hogar. Cuando ella se fue, mi padre no soportó su ausencia y pocos meses después, él la siguió.

Yo le doy gracias a Dios por la memoria y la capacidad que tenemos los seres humanos de "entrar" en la evocación, como quien entra a un bello jardín donde descansar, refrescar el alma y nutrir el espíritu. En nuestra memoria ella vive dulce, firme, y llena de bondad.

Gracias Rosita, por tu amistad y cariño.

Carina dijo...

Hola, hoy mi abuelita me pidió que le buscara en mi celular este poema, que le encantaba cuando niña. Ella lo leyó del libro de lectura de César Bunster, cuando estudiaba en tercero o cuarto de preparatoria allá en Valparaíso. Gracias por subirlo a la web. Saludos!

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...