viernes, 1 de febrero de 2013

Tía Mónica


Carl Larsson
1853 - 1919


La Tía Mónica
Ángeles Mastreta
De Mujeres de Ojos Grandes

A veces la tía Mónica quería con todas sus ganas no ser ella. Detestaba su pelo y su barriga, su manera de caminar, sus pestañas lacias y su necesidad de otras cosas aparte de la paz escondida en las macetas, del tiempo yéndose con trabajos y tan aprisa que apenas dejaba pasar algo más importante que el bautizo de algún sobrino o el extraño descubrimiento de un sabor nuevo en la cocina. La tía Mónica hubiera querido ser un globo de esos que los niños dejan ir al cielo, para después llorarlos como si hubieran puesto algún cuidado en no perderlos. La tía Mónica hubiera querido montar a caballo hasta caerse alguna tarde y perder la mitad de la cabeza, hubiera querido viajar por países exóticos o recorrer los pueblos de México con la misma curiosidad de una antropóloga francesa, hubiera querido enamorarse de un lanchero en Acapulco, ser la esposa del primer aviador, la novia de un poeta suicida, la mamá de un cantante de ópera. Hubiera querido tocar el piano como Chopin y que alguien como Chopin la tocara como si fuese un piano. La tía Mónica quería que en Puebla lloviera como en Tabasco, quería que las noches fueran más largas y más accidentadas, quería meterse al mar de madrugada y beberse los rayos de la luna como si fueran té de manzanilla. Quería dormir una noche en el Palace de Madrid y bañarse sin brasier en la fuente de Trevi o de perdida en la de San Miguel. Nadie entendió nunca por qué ella no se estaba quieta más de cinco minutos. Tenía que moverse porque de otro modo se le encimaban las fantasías. Y ella sabía muy bien que se castigan, que desde que las empieza uno a cometer llega el castigo, porque no hay peor castigo que la clara sensación de que uno está soñando con placeres prohibidos. Por eso ella puso tanto empeño en hacerse de una casa con tres patios, por eso inventó ponerle dos fuentes y convertir la parte de atrás en casa de huéspedes, por eso tenía una máquina de coser en la que pedaleaba hasta que todas sus sobrinas podían estrenar vestidos iguales los domingos, por eso en invierno tejía gorros y bufandas para cada miembro respetable o no de su familia, por eso una tarde ella misma se cortó el pelo que le llegaba a la cintura y que le gustaba tanto a su amoroso marido. Tan amoroso que para mantenerla trabajaba hasta volver en las noches con los ojos hartos y una beatífica pero inservible sonrisa de hombre que cumple con su deber. Nadie ha hecho jamás tantas y tan deliciosas galletas de queso como la tía Mónica. Eran chiquititas y largas, pasaba horas amasándolas, luego las horneaba a fuego lento. Cuando por fin estaban listas las cubría de azúcar y tras contemplarlas medio segundo se las comía todas de una sentada. – Lo malo- confesó una vez – es que cuando me las acabo todavía tengo lugar para alguna barbaridad y me voy a la cama con ella. Cierro los ojos para ver si se escapa, pero no. Entonces hablo con Dios: "Tú me la dejaste, te consta que he soportado todo el día de lucha. Ésta va a ganarme y a ver si mañana me quieres perdonar"  Luego se dormía con la tentación entre los ojos, como una santa.



Carl Larsson
1853 - 1919



Carl Larsson
1853 - 1919


Georges Rohner
1913 - 2000



Theodore Clement Steele
1847 - 1926



Jean-Etienne Liotard
1702 - 1789



Camille Pissarro
1830 - 1903



Shin-Young An
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Leandro Ramos Garrido
1868 - 1909


Dolf Geudens
sitio


9 comentarios:

Celso dijo...

¿Como haces para descubrir siempre algo nuevo y sorprendente? ¿Y siempre descubrir recuerdos olvidados? (Oh! Esas galletitas de todos los domingos!!!...y las fundas bordadas...y...) Había un poco de la tía Mónica repartida por varias parientas que quizá sentían como ella...
Aunque no siempre deje comentarios, siempre te leo...

Un beso...

W.-

Eva Ferrer dijo...

He conocido algunas Tía Mónica en mi vida. Todavía me queda alguna. No hacía galletitas de queso, pero nadie después de ella consiguió igualar el sabor de su " pimiento en salmuera".
En las noches de verano cuando la familia se reúne a la mesa y alguien trae un pimiento de la tienda, inevitablemente aparece su nombre y sin poder evitarlo lo acompaña la sonrisa y la añoranza de todos.
Muy hermoso el texto, gracias por compartirlo.
Un abrazo, querida amiga

Odel dijo...

Precioso texto entras ganas de leer el libro
ABrazzos

Clarissa Rodriguez dijo...

Querido amigo, Sr W, gracias por tu cariñoso comentario y gracias por tu cercanía, a pesar de la distancia.

Eran las tías Mónicas las que amenizaban nuestras vidas, transmitiéndonos ese gusto por disfrutar la vida y ese aire soñador que lo envolvía todo en una atmósfera de magia-misterio

Un beso

Clarissa Rodriguez dijo...

Mi querida Eva, parece que todos tenemos al menos una tía Mónica...

Qué lindo es, además, ese concepto de familia que poco a poco parece irse quedando atrás.
El estilo de vida, la casas antiguas, en fin, todo contribuía a crear el escenario adecuado para nuestra tía Mónica... y sus tentaciones

Un gran abrazo, querida amiga

Clarissa Rodriguez dijo...

Que alegría tu visita, Odel.

Mujeres de Ojos Grandes, es un libro que se lee con facilidad. Es una serie de pequeñas-grandes historias de mujeres especiales que todos alguna vez hemos conocido o de las cuales hemos escuchado hablar. Universos llenos de detalles cotidianos inmersos en fantasía poética.
Vale la pena echarle una hojeada.

Un gran abrazo, amiga

Rosa dijo...

¡Qué delicia todo!, es amoroso...
Me ha encantado.

Gracias, tengo que leerlo.

Un beso, querida amiga.

Clarissa Rodriguez dijo...

Querida Rosita, muchas gracias por tu visita.

Ángeles Mastreta es una autora mexicana que habla de lo que conoce bien.
Dicen que estos cuentos Mujeres de Ojos Grandes surgieron como historias que ella le contaba a su hija menor, cuando la niña estuvo hospitalizada. Historias de mujeres extraordinarias, de su familia, y que fueron importantes para ella.

¡Un abrazo cariñoso!

LE CHEMIN DES GRANDS JARDINS dijo...

J'aime la façon dont l'évocation des temps anciens est faite par toi, ici. Il est vrai, que plus nous vieillissons, ce qui es mon cas, atteignant un âge certain, cette évocation est plaisante car elle ne retient plus que les bons moments d'une vie, qui parfois, pourtant, n'était pas facile tous les jours.
Bravo pour ce billet et à bientôt.

Amicalement.

Roger

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