Sandías y Contrapunto

y entonces 

cruza el cielo
el más fresco de todos 

los planetas, 

la redonda, suprema 

y celestial sandía. 

Es la fruta del árbol de la sed. 

Es la ballena verde del verano. 

El universo seco 

de pronto 

tachonado 

por este firmamento de frescura 

deja caer 

la fruta 

rebosante: 

se abren sus hemisferios 

mostrando una bandera 

verde, blanca, escarlata 

que se disuelve 

en cascada, en azúcar, 

¡en delicia! 

Cofre de agua, plácida 

reina 

de la frutería, 

bodega 

de la profundidad, luna 

terrestre! 

¡Oh pura, 

en tu abundancia 

se deshacen rubíes 

y uno 

quisiera 

morderte 

hundiendo 

en ti 

la cara, 

el pelo, 

el alma!
Te divisamos
en la sed
como
mina o montaña
de espléndido alimento,
pero te conviertes
entre la dentadura y el deseo 
en sólo
fresca luz
que se deslie,
en manantial
que nos tocó
cantando.
Y así
no pesas,
sólo
pasas
y tu gran corazón de brasa fría
se convirtió en el agua
de una gota. 

La Oda a la Sandía, escrita por Pablo Neruda, forma parte de las “Odas Elementales” del poeta chileno. En estos versos está plasmado el corazón del verano en el campo chileno, que se mimetiza con ese color intenso y jugoso de la sandía. Es como la promesa de una delicia.

El "contrapunto" lo dan las imágenes de Roser Bru Llop, pintora y grabadora chilena, nacida en Barcelona, España, el 15 de febrero de 1923. Las sandías fueron imágenes reiteradas en la obra de Roser y, de discretas expresiones del éxtasis y el gozo elemental, pasaron a ser, como ella misma lo ha dicho en alguna oportunidad: “cuerpo herido, cuerpo femenino de modificaciones: círculo, triángulo calado con un cuchillo. Dolor y vida”

El contrapunto, la tensión entre dos puntos de la gama del emocionar humano, está siempre presente moviéndose como un péndulo en busca de equilibrio. Se presenta a diario. En ocasiones es algo de inquietud, luego es pena o tristeza, en seguida emerge alguna esperanza, para luego pasar a la más exultante alegría.

Todos los días sabemos, conocemos o escuchamos de injusticias, sufrimiento, dolor y situaciones que, en ocasiones, desafían nuestra fe. Desde esta mirada se puede entender a Neruda, muchos años más tarde, cuando en relación con las sandías dice: “De qué ríe la sandía/cuando la están asesinando?” – Libro de las Preguntas

La sabiduría del Eclesiastés dice: “En el día del bien goza del bien; y en el día de la adversidad considera”. Es decir, es legítimo vivir con autentica alegría pero, llegado el momento de la desdicha, también es necesario vivirla y reflexionar con honestidad.

Desde mi propia experiencia y habiendo estado gran parte de mi vida viviendo en la negación de Dios, ha sido consolador llegar a comprender que Jesús conoce toda la compleja dimensión del alma humana. Este descubrimiento es sorprendente. El gran misterio del amor de Dios expresado en la cruz de Jesús, su muerte, resurrección y glorificación ilumina toda nuestra espiritualidad. Sin embargo es necesario reconocer que, justamente allí en la cruz, él se enfrentó a las más chocantes paradojas.

 “La Vida Misma se identifica con la muerte; la Luz del Mundo se vio envuelta en oscuridad. Los pies del Hombre que dijo “Soy el Camino” temieron pisarlo y oraron ”si fuese posible, no de esta manera”. El Agua de Vida tenía sed. El Pan de Vida tenía hambre. El que dio la Ley fue injustamente ilegalizado. El Santo fue identificado con los impíos. El León de Judá fue crucificado como un cordero. Las manos que formaron el mundo y que resucitaron muertos estaban sujetas con clavos hasta que se pusieron rígidas en la muerte. La esperanza de los hombres del cielo descendió al infierno. Esto significa que Jesús puede, verdaderamente identificarse con nosotros” (ª)

Lo extraordinario de la fe es que se puede vivir confiadamente. Las dificultades no desaparecen, pero en la base yace la esperanza y la convicción de que habrá un día mejor. Tal como fue anunciado por el ángel a los pastores en Belén, el nacimiento de Jesús trajo el gozo, la alegría verdadera, a toda la humanidad. 

Roser Bru: http://www.roserbru.com/main.htm

(ª) Stephen Seamands, "Heridas que Sanan"