viernes, 15 de febrero de 2013

Las llaves misteriosas


Russell Sambrook
1891 - 1956


"Amor y deseo según Isabel Allende:
sus mejores páginas"
fragmento de su último libro titulado "Amor"


Las llaves de la lujuria

A los once años yo vivía en Bolivia. Mi madre se había casado con un diplomático, hombre de ideas avanzadas, que me puso en un colegio mixto. Tardé meses en acostumbrarme a convivir con varones, andaba siempre con las orejas rojas y me enamoraba todos los días de uno diferente. Los muchachos eran unos salvajes cuyas actividades se limitaban al fútbol y las peleas del recreo, pero mis compañeras estaban en la edad de medirse el contorno del busto y anotar en una libreta los besos que recibían. Había que especificar detalles: quién, dónde, cómo. Había algunas afortunadas que podían escribir: Felipe, en el baño, con lengua. Yo fingía que esas cosas no me interesaban, me vestía de hombre y me trepaba a los árboles para disimular que era casi enana y menos sexy que un pollo. En la clase de biología nos enseñaban algo de anatomía y el proceso de fabricación de los bebés, pero era muy difícil imaginarlo. Lo más atrevido que llegamos a ver en una ilustración fue una madre amamantando a un recién nacido. De lo demás no sabíamos nada y nunca nos mencionaron el placer, así es que el meollo del asunto se nos escapaba ¿por qué los adultos hacían esa cochinada? La erección era un secreto bien guardado por los muchachos, tal como la menstruación lo era por las niñas. La literatura me parecía evasiva y yo no iba al cine, pero dudo que allí se pudiera ver algo erótico en esa época. Las relaciones con los muchachos consistían en empujones, manotazos y recados de las amigas: dice el Keenan que quiere darte un beso, dile que sí pero con los ojos cerrados, dice que ahora ya no tiene ganas, dile que es un estúpido, dice que más estúpida eres tú y así nos pasábamos todo el año escolar. La máxima intimidad consistía en masticar por turnos el mismo chicle. Una vez pude luchar cuerpo a cuerpo con el famoso Keenan, un pelirrojo a quien todas las niñas amábamos en secreto. Me sacó sangre de narices, pero esa mole pecosa y jadeante aplastándome contra las piedras del patio, es uno de los recuerdos más excitantes de mi vida. En otra ocasión me invitó a bailar en una fiesta. A La Paz no había llegado el impacto del rock que empezaba a sacudir al mundo, todavía nos arrullaban Nat King Cole y Bing Crosby (¡Oh, Dios! ¿Era eso la prehistoria?) Se bailaba abrazados, a veces chic-to-chic, pero yo era tan diminuta que mi mejilla apenas alcanzaba la hebilla del cinturón de cualquier joven normal. Keenan me apretó un poco y sentí algo duro a la altura del bolsillo de su pantalón y de mis costillas. Le di unos golpecitos con las puntas de los dedos y le pedí que se quitara las llaves, porque me hacían daño. Salió corriendo y no regresó a la fiesta. Ahora, que conozco más de la naturaleza humana, la única explicación que se me ocurre para su comportamiento es que tal vez no eran las llaves.

(Este párrafo corresponde a la Introducción del libro "Amor" donde la autora relata experiencias de su intimidad e historias de su niñez, con el toque de humor e ironía característicos de Isabel Allende)



"Puppy love"
Russell Sambrook
1891 - 1956


"First Love"
George Brehm
1878 - 1966


"Kare first love"
Kaho Miyasaka


"Declaración de amor"
Sergey Solomko
1867 - 1928


"A double play"
Alfred James Dewey
1874 - 1958



"Pensativa"
Francis Day
1863 - 1942

6 comentarios:

edelia sanz dijo...

¡Qué curioso,Clarissa! El mismo día, del mismo mes, del mismo año, tú y yo poniendo en nuestro blog algo de Demira Agostini. Ya ves que no hay distancias para el pensamiento humano.
Un abrazo, amiga.

Clarissa Rodriguez dijo...

¡Cuántos misterios encierra la mente humana!
Nuestras acciones comienzan a coordinarse, sin motivo aparente, y más allá de nuestro ser consciente; como dices tu, aun en la distancia.

Un gran abrazo, mi querida Edelia.

Eva Ferrer dijo...

Un texto muy entretenido y original.
Una vez me contaron una historia parecida y creía que exageraban, aunque como hoy me hizo mucha gracia.
Un abrazo, querida amiga.

Clarissa Rodriguez dijo...

Gracias Eva querida, por tu visita.

Isabel Allende pone notas de humor e ironía en sus relatos, con maestría.

En una entrevista contó que le recomendaron que dejara el periodismo y se dedicara a la literatura porque en sus textos mezclaba la realidad con la ficción con gran soltura... (mientras trabajaba en una conocida revista chilena)

Un abrazo, querida amiga

Rosa dijo...

Me ha encantado, qué gracia, qué bien describe las situaciones. Me ha recordado muchos momentos del colegio.

Muy bonito. Gracias y un beso fuerte.

¡Feliz domingo!

Clarissa Rodriguez dijo...

Feliz domingo para ti también, querida Rosita. Muchas gracias por tu visita.

Es muy entretenido leer a Isabel Allende. (Por eso su éxito de ventas)

Un abrazo muy grande



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