jueves, 26 de julio de 2012

Consumo


Mark Bryce
red bag





Lucas, sus estudios sobre la sociedad de consumo
Julio Cortázar
Un tal Lucas



Como el progreso no conoce límites, en España se venden paquetes que contienen treinta y dos cajas de fósforos (léase cerillas) cada una de las cuales reproduce vistosamente una pieza de un juego completo de ajedrez: Velozmente un señor astuto ha lanzado a la venta un juego de ajedrez cuyas treinta y dos piezas pueden servir como tazas de café; casi de inmediato el Bazar Dos Mundos ha producido tazas de café que permiten a las señoras más bien blandengues una gran variedad de corpiños lo suficientemente rígidos, tras de lo cual Ives St. Laurent acaba de suscitar un corpiño que permite servir dos huevos pasados por agua de una manera sumamente sugestiva. Lástima que hasta ahora nadie ha encontrado una aplicación diferente a los huevos pasados por agua, cosa que desalienta a los que los comen entre grandes suspiros; así se cortan ciertas cadenas de la felicidad que se quedan solamente en cadenas y bien caras dicho sea de paso.







Claudio Bravo
1936 - 2011








Claudio Bravo
1936 - 2011
paquetes beige






Claudio Bravo
1936 - 2011
Paquetes






Claudio Bravo
fantasmas del supermercado







Cristóbal Toral





4 comentarios:

Beatrice dijo...

Ah la sociedad de consumo...
me quiero restar a ella.
Claudio Bravo: magnifique!!!

Clarissa Rodriguez dijo...

Cortázar plantea este tema del consumo, con una gota de humor.

Eduardo Galeano le da una vuelta distinta, casi dramática. Cuenta en una nota titulada “El Mercado Global” que un periodista de Toronto, Richard Swift, estuvo en una de esas aldeas, en las montañas de Ghana, donde se cultiva el cacao. Recorrió las plantaciones y conoció el largo trabajo en el que participan todos.
“Cuando se sentó a descansar, sacó de su mochila unas barras de chocolate. Antes del primer mordisco, se encontró rodeado de niños curiosos.
Ellos nunca habían probado eso. Les encantó.”

Beatrice dijo...

¡Qué curioso y a la vez triste!
Leí por ahí de una campaña de fair trade para con los productores de países en vías de desarrollo.
Me gusta pagar lo que realmente vale un producto y ojalá sin intermediarios. No soporto cuando regatean el precio a un artesano que ha dejado sus ojos y su tiempo en elaborar algo con sus manos.

Clarissa Rodriguez dijo...

Me parece que es un terreno en el cual se avanza muy lentamente. Pero lo primero es hablar del tema y dentro de nuestras posibilidades, por pequeñas que sean, contribuir a un gran cambio.

Del trabajo artesanal habría mucho "paño que cortar". Conozco comunidades de mujeres artesanas, de algún modo me he involucrado con ellas, y se que desarrollan un trabajo que no se paga. Lo que es más triste, se mira sin valorarlo.

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