viernes, 3 de diciembre de 2010

Una Fiesta Inesperada


Buenas noches los pastores bom, bom, bom, 
Fueron a picar las leña bom, bom, bom,
Para calentar al niño bom, bom, bom, 
Que nació en noche buena bom, bom, bom. 

/: Hacele bombito y hacele bom, bom, 
con el zapatito con el zapatón:/ 

En el portal de Belén bom, bom, bom, 
Habían muchos ratones bom, bom, bom, 
Y a mi padre San José bom, bom, bom, 
Le comieron los calzones bom, bom, bom. 

/: Hacele bombito y hacele bom, bom, 
con el zapatito con el zapatón:/
(ronda infantil tradicional)



De Soliloquios de Belén - Giovanni Papini
El ratón en la pared

Eso ya está visto: esta noche ayuno. Esperaba que se hiciera oscuro para salir de mi escondrijo y buscarme la comida, cuando ha empezado a llegar gente y se ha puesto a hacer luz, a hablar y a moverse por todas partes. Hay una mujer con un niño, un viejo que los acompaña, y además, los pastores de los alrededores. Son hombres, por tanto, perseguidores de mi raza, y no hay que dejarse ver. Me toca quedarme aquí, entre estas dos piedras removidas, espiando lo que sucede.
Y siento que el hambre me debilita. Esperaba encontrar alguna migaja de pan que se hubiera caído hoy al labrador y algunos granos de trigo que se hubieran quedado entre la paja, como otras noches. Pero no hay solución. Salir de aquí no me conviene. Los pastores han encendido fuego y se ve como si fuera de día. En cuanto me descubrieran me aplastarían con sus zapatos herrados.
No se sabe lo que están haciendo ahí dentro. Por la noche no suele haber más que el buey y el asno, y de ellos no tengo miedo. Casi diría que somos amigos, aunque sean mucho mayores que yo. Esos cabreros están ahí, alrededor del pesebre, con los ojos abiertos, como si adoraran a ese niño que acaba de nacer. Sólo Dios sabe qué habrá ocurrido para maravillarse tanto y hacer tanta fiesta. A mí me parece un niño como los demás, y también los niños, cuando pueden, se divierten torturando a mis hermanos. Yo, de verdad, no tengo ningunas ganas de adorarle como lo hacen estos villanos. Tanto más, que si sufro hambre es por su culpa. Si le dejaran solo, me gustaría divertirme mordiéndole…

Me pregunté en algún momento por qué razón el autor de estos textos se ocuparía de “escuchar” a un ser tan repulsivo como el ratón.
Aceptar el pesebre de Belén pareciera ser algo entre romántico y místico. Unos cuantos animales, un poco de paja, un hermoso recién nacido y una dulce madre conforman una escena que nos es familiar y querida para muchos de nosotros.

Pero hay mucho más 
La presencia de Jesús irrumpe con una belleza distinta porque tiene la fuerza de la luz, esa que deja al descubierto la realidad tal como es. Todo queda desprovisto de cualquier adorno y aquellos seres que buscan la oscuridad también pueden verlo. Quizás para ellos es más evidente su presencia, por cuanto el contraste es muy elocuente.

Una segunda mirada me devuelve mi propio prejuicio cuando esa escena tan perfecta “se ensucia” con ratones y malos olores. Pero Jesús sigue allí. El no hace excepción de personas. A la gran fiesta de su nacimiento están todos invitados. Jesús incluye en su abrazo a toda la humanidad, especialmente a: los rechazados, los enfermos, los “pecadores”, los iletrados, los “raros”, los feos, en fin, todos.

También hay espacio para nosotros.



El cascanueces y el rey de los ratones” de Ernst Theodor Amadeus Hoffmann . Sirvió de inspiración a Piotr Ilich Chaikovskial para su muy famoso ballet navideño “El cascanueces” (Щелкунчик, Shchelkúnchik


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