Hoy me encontré con una antigua foto en la que aparecen tres de las cuatro "hermanitas López Espinoza". Las tres allí presentes se han ido. Una de ellas es mi mami.
Hablando con entera Claridad aún siento que en cualquier momento podría hablar con ella pero luego aparece ese dolor punzante, el de la ausencia, para finalmente dar paso a la evocación de alguno de sus gestos o palabras. Me doy cuenta hoy que todo lo de ella queda explicado en su pasión por la vida, en su enorme capacidad creativa para resolver toda su contingencia cotidiana sin fin. Comenzando por su esposo, su compañero, su pareja, su amor de toda la vida convertido entonces en el padre, el dueño de casa, el "pater familia"; luego sus ocho hijos, ocho jirones de su alma y de sus entrañas; ocho ventanitas que cada día muy de madrugada ella diligentemente abría para entregar un puñado de bendiciones; también estaba su Dios que sin lugar a dudas ocupaba el lugar más privilegiado en su vida.
Tengo la certeza de haber vivido junto a ella la parte más "segura" de mi vida. Siempre amparada en su regazo, siempre cubierta por su manto de amor, aquel que nunca terminó de tejer y con el que arropaba a todos sus pollos. Estaba hecho con hilos húmedos de oraciones.