John William Waterhouse Un puesto de flores |
La Florista
Rafael Alberto Arrieta
En el café
lloraban los violines
entre el
cascabeleo de cristales.
-¿Flores,
señor?. Hay rosas y jazmines...
musitaron
dos labios musicales.
Hubo en la
voz íntima dulzura
suavizadora
del ofrecimiento,
que alcé la
vista hacia la criatura
desde la
ausencia de mi pensamiento.
Era una
niña blanca, bella y fina
y, anémica,
como una colombina
de labios
rojos y óvalo amarillo,
y al
ofrecerme el precio de su cena,
se fugaron
las rosas del cestillo
hacia sus
dos mejillas de azucenas.
Rafael Alberto
Arrieta
escritor, poeta y crítico literario argentino
1889 - 1968
Bartolomé Esteban Murillo 1617 - 1682 |
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4 comentarios:
"Lloraban los violines", qué expresión más bella. Quizás los violines lloraban hacia fuera y la "niña anémica" lloraba hacia dentro.
¡Se puede llorar de tantas formas!
Un abrazo, amiga.
Mi querida Edelia.
Realmente impresiona el lenguaje, tan lleno de bellas metáforas.
Estoy de acuerdo contigo: se puede llorar de muchas formas, más allá de las lágrimas.
Dan ganas de llorar cuando vemos niños o niñas trabajando. Afortunadamente cada día aumenta la conciencia social y las políticas de protección a la infancia.
Un gran abrazo, querida amiga
Me viene a la mente una canción que adoro de Silvio Rodriguez.
"Paula, pequeña hermanita niña sin jardín, por no tener flores sembraste una en ti.
Yo sé de las miles de suertes que corres, las flores silvestres, la flor sin jardín. Pero tan bien sé, que sequías y guerras, no pueden con una razón de vivir."
Un abrazo, amiga.
Eva, querida amiga, que hermoso y oportuno comentario con el gran Silvio Rodríguez.
Gracias por tu visita amiga
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